Abre todos los noticiarios uno de los casos más salvajes de la «Europa desarrollada», de la «Europa civilizada», de la «Europa ejemplar». Un acto que muchos ya califican de «atroz», mostrando el rostro más violento de la sociedad patriarcal que juega con la complicidad de los propios agresores. El «caso Pélicot» es un patrón extremo de violencia contra el cuerpo de las mujeres como nunca antes se ha visto.
Un total de 51 hombres están siendo juzgados en el Tribunal de lo Criminal de Vaucluse por haber agredido sexualmente y durante toda una década (desde 2011 hasta 2020) a Gisèle Pélicot, una mujer a la que su exesposo, Dominique Pélicot, drogó de forma sistemática mezclando somníferos con su comida y bebida hasta hacerla caer dormida, más cerca del coma que del sueño, para luego ofrecerla a otros hombres y grabar cómo la violaban. Dominique Pelicot es “uno de los mayores criminales sexuales de los últimos 20 años”, afirmó ayer viernes su hija, ante el tribunal francés que lo juzga por drogar a su mujer para que la violaran desconocidos y no tan desconocidos, pues muchos vivían en el mismo pueblo. Una acción que podría haber salido perfectamente de cualquier guión de terror, pero que desgraciadamente es una dura realidad difícil de asimilar.
@la_ser 🗣️ Las palabras de Gisèle Pelicot, víctima de las vi0lac1on3s organizadas por su marido durante 10 años #GisèlePelicot #giselepelicot #Francia #macrojuicio #aviñon #casomediatico #familia #mujer #tribunal #juicio #justicia
Algunos de los acusados afirmaban no conocer que su marido la drogaba. Creían estar ante un «escenario pactado por ambos», sin embargo, habiéndose filtrado los vídeos e imágenes ante los medios y analizada toda la documentación se ve claramente que Giséle Pelicot estaba completamente inerte, incapaz de reaccionar ante cualquier estímulo por las altas dosis de somníferos. Y es que, ella, nunca hubiera imaginado que las constantes pérdidas de memoria, las caídas de cabello, de peso, los problemas ginecológicos o los dolores corporales que padecía desde hace años tenían que ver con un hecho tan monstruoso, de no ser porque la Policía encontró −y de casualidad− un archivo con más de 20.000 vídeos y fotografías, muchos de ellos fechados y etiquetados, donde todo estaba documentado y filmado.
Un juicio que Giséle ha querido que no se realizara a puertas cerradas, contradiciendo la postura de los defensores de los acusados y de los propios agresores. Ha decidido que se vea todo, que «no tiene nada que ocultar, ni nada de lo que avergonzarse». Médicos, periodistas, bomberos, políticos, electricistas, farmacéuticos, entre 26 y 74 años, gente aparentemente «normal» son los principales responsables de 92 actos de violaciones y, según están avanzando las investigaciones probablemente nos encontremos «hasta 83 sospechosos» algunos aún sin reconocer. «Esos hombres me mancillaron, se aprovecharon de mí y ni uno solo se preguntó que había algo raro», ha lamentado la propia Gisèle Pélicot durante su intervención ante el tribunal.
Lista de acusados:
- Dominique Pelicot
- Charly Arbo
- Philippe Leleu
- Patrick Aron
- Jean-Marc Leloup
- Redouane Azougagh
- Christian L’Ecole
- Cyril Beaubis
- Adrien Longeron
- Ludovick Blemeur
- Hugues Malago
- Joseph Cocco
- Jean-Pierre Marechal
- Vincent Coullet
- Simoné Mekenese
- Jacques Cubeau
- Boris Moulin
- Cyprien Culieras
- Patrice Nicolle
- Abdelali Dallal
- Hassan Ouamou
- Mahdi Daoudi
- Thierry Parisis
- Mathieu Dartus
- Thierry Postat
- Dominique Davies
- Mohamed Rafaa
- Cyrille Delhille
- Florian Rocca
- Husamettin Dogan
- Andy Rodriguez
- Omar Douiri
- Lionel Rodriguez
- Redouan El Farihu
- Didier Sambuchi
- Nicolas François
- Karim Sebaoui
- Saifeddine Ghabi
- Gregory Serviol
- Cedric Grassot
- Fabien Sotton
- Paul Grovoguu
- Ahmed Tbarik
- Nizar Hamida
- Jean Tirano
- Quentin Hennebert
- Jérôme Vilela
- Joan Kawai
- Romain Vandervelde
- Jean-Luc La
- Cendric Venzin
+ 32 agresores sin identificar
Los encausados, son personas muy diversas, podríamos calificarlos dentro del perfil «hijos sanos del patriarcado«: desde entrañables y buenos abuelos o atentos padres, hasta bomberos e informáticos. Hombres que, de entrada, no las tratan mal; pero que, cuando se encuentran en un espacio de intimidad, no las reconocen como ciudadanas corrientes. O que directamente, y según apelan algunos para defenderse que habían recibido el permiso del marido o que simplemente «pensaban que estaba actuando haciéndose la muerta», es decir, una muestra más de la cultura de la violación que tan arraigada está en la sociedad.
El discurso de Giséle ha sido firme y el relato, estructurado y preciso. Pero este paso por la justicia no lo ha hecho solo por ella, lo ha hecho por otras mujeres también víctimas. “Me he mantenido firme por este juicio, para mí el daño está hecho”, ha dicho. Cree ser escuchada y que el proceso tenga la mayor publicidad posible “para que ninguna mujer sufra esta sumisión química”. Una decisión valiente y honesta que lo hace también «en nombre de todas esas mujeres que tal vez nunca serán reconocidas como víctimas«.