En el amplio panorama de la música contemporánea, pocos artistas destacan tanto por su genialidad como Jacob Collier. Este músico británico, nacido en Londres en 1994, no solo es un prodigio del jazz, la armonía y la composición, sino que también ha demostrado un dominio extraordinario sobre la interacción musical con su público. Una de sus habilidades más impresionantes -y un fenómeno pocas veces visto en la historia de la música- es su capacidad para afinar literalmente a toda una audiencia, convirtiendo a cientos o incluso miles de personas en un coro perfectamente entonado.
Jacob Collier es conocido por su enfoque multidisciplinar hacia la música. Desde temprana edad, mostró una afinidad especial por los sonidos y los instrumentos. Autodidacta en gran medida, su dominio de una variedad de instrumentos, junto con su comprensión profunda de la teoría musical y la tecnología, le permitió crear un sonido único. En 2012, sus arreglos caseros en YouTube lo catapultaron a la fama, especialmente con su interpretación de Don’t You Worry ’Bout a Thing de Stevie Wonder.
Sin embargo, más allá de su talento técnico, lo que hace que Jacob Collier sea tan especial es su relación íntima con la música como herramienta de comunicación y creación de comunidad. Esta conexión se refleja no solo en su capacidad para reimaginar canciones y armonías complejas, sino también en su habilidad para unir a las personas a través de la música.
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La afinación de un público: un fenómeno en vivo
Uno de los momentos más emblemáticos de sus conciertos ocurre cuando Collier transforma a su audiencia en un coro polifónico perfectamente afinado. Durante estos momentos, el músico utiliza su extraordinaria capacidad auditiva para dirigir a la audiencia hacia notas específicas, ajustando su tono en tiempo real.
El proceso comienza de manera sencilla: Jacob canta una nota y divide al público en secciones. A cada grupo se le asigna una nota dentro de un acorde o progresión, y él afina a cada sección como si fueran instrumentos vivos. Con gestos y su expresividad contagiosa, guía a la audiencia para que cada nota esté en perfecta sintonía con las demás.
Esto no solo es impresionante desde un punto de vista técnico -ya que requiere un oído absoluto y habilidades de dirección extraordinarias-, sino que también crea una experiencia profundamente humana. Cada persona, independientemente de su experiencia musical, se convierte en parte de un colectivo armónico, experimentando la música en su forma más pura y colaborativa.
El poder de Collier para afinar un público no es solo un truco técnico, según algunas intervenciones públicas del artista «es un acto de conexión». En una era en la que las experiencias suelen ser individualistas y mediadas por pantallas, Collier logra algo casi mágico, «recordar a las personas el placer de crear algo juntas».Para muchos asistentes, estos momentos son profundamente transformadores. Algunos reportan sentir una conexión emocional inusitada con los demás y con la música misma. Collier, al hablar de esta práctica, menciona que su objetivo no es solo mostrar la belleza de la armonía, sino también revelar el potencial colectivo de las personas para crear algo extraordinario.
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Un patrimonio inmaterial y efímero
Jacob Collier no es solo un músico; es un visionario que redefine cómo entendemos la música en vivo y la interacción humana. Con su capacidad para afinar a un público entero, trasciende la idea del concierto tradicional y nos invita a ser partícipes activos en su arte. Esto lo posiciona no solo como un intérprete, sino como un facilitador de experiencias únicas.En un mundo donde la conexión humana a menudo se ve fragmentada, Jacob Collier nos recuerda que la música sigue siendo una herramienta poderosa para unirnos, afinarnos y, quizás, recordarnos que, incluso en nuestras diferencias, somos capaces de resonar en perfecta armonía.